Paterna, ¿Infierno o Paraíso?
Las siluetas de dos enormes rapaces se recortaban, planeando sin esfuerzo, contra un cielo por fin azul, tras una mañana de amenaza de lluvia. Abajo, una interminable hilera de ciclistas subíamos penosamente los tres kilómetros largos del Barranco El Chacho, después de 66 kilómetros de continuo esfuerzo. A pesar de la soberbia belleza de la imagen no pude evitar un pensamiento negro, hasta los buitres se han enterado de nuestro agónico empeño y han venido por si acaso.
Al amanecer y bajo una fina llovizna salió el pelotón, como un desmesurado ejército ordenado y bien pertrechado, dispuesto a desafiar las inclemencias del tiempo y las dificultades del camino, rumbo a la Pata del Caballo. A medida que la mañana fue avanzando, se despejo el cielo y pudimos disfrutar de preciosos paisajes, duras subidas y peligrosos descensos, desgranando cada uno de los 94 kilómetros hasta llegar rotos (6 horas y 5 minutos después, en mi caso), uno a uno, exhaustos, embarrados y felices a la colosal cuesta de Pinguete para realizar el último y definitivo esfuerzo. Lo conseguí, alcancé la cima, entre palabras de ánimo y aplausos de quienes, a esas horas, aún esperaban a los ciclistas. Unos pocos disputaron el Campeonato de Andalucía, pero la inmensa mayoría fuimos a pelear contra nuestros propios miedos y limitaciones, a encontrarnos con nosotros mismos perdidos por los montes de Paterna.